New York es la ciudad de los símbolos, los reconocemos casi instantáneamente, aunque, lógicamente, algunos han cedido al paso del tiempo, mal que nos pese a algunos.
Sus semáforos, sus escaleras exteriores de emergencia, algunos de sus rascacielos, su colección de estatuas famosas, parques y puentes, sus taxis amarillos, los vendedores de perritos calientes, el cartel del metro.
Fuente inagotable de inspiración y plató de mil películas, todos ellos han configurado el perfil de esta ciudad de mil ciudades y asiento de otras tantas culturas.
Pocas ciudades han sabido aglutinar tantos elementos reconocibles en el subconsciente colectivo de medio planeta, casi se podría decir que siempre han estado ahí.
Nueva York es, en cierta manera, la ciudad que todos hemos vivido alguna vez y los que tenemos la fortuna de, alguna vez, poder recorrer sus avenidas, sentimos ese “deja vu” continuamente. Todo está en los libros, telefilmes y películas de nuestra infancia o actuales.
Aprovecha ahora, mañana será tarde y, lo que parece imperecedero, se escapa de entre las manos como arena fina para no regresar.
I ❤ NY