A veces, lo confieso, me siento incapaz de saber que suelo estoy pisando. La puta globalización le ha arrebatado al mundo el deseo de ser y conocer lo diferente, lo peculiar, ser únicos. Durante siglos fue motivo de grandes aventuras, expediciones y gestas heroicas que contrasta con la masa banal, plana y meona que hoy se desplaza por el mundo, porque viajar es otra cosa. New Orleans evoca historias, aventuras y misterio y es una de esas ciudades de mis sueños, cuando Mark Twain era mi guía de los pantanos, y en la que siempre deseé envolverme. Ni siquiera ésa generación de imberbes despersonalizados que me recibe en Bourbon Street, vaso de plástico en mano, me desanima porque la calle sigue latiendo con vigor. Música callejera por todos los rincones en los que huele a voodoo, pioneros, negros y negreros, y desde dónde la niebla matutina del gran río Misisipi nos hace adivinar la cercanía de los pantanos. Desde la proa del Natchez se puede ver en toda su inmensidad y aún me parece escuchar el grito que anunciaba navegación segura, dos brazas de profundidad : MARK TWAIN!!! Y al compás del giro de la gran rueda, la vieja máquina sigue rugiendo.
En éste estado la buena música y la buena mesa brillan con luz propia, es “la joie de vivre” que pregonan orgullosos en la vecina capital Baton Rouge. Cajun, zideco, blues del Delta poderosos como su famosa salsa picante. Jambalaya, líquido amniótico espeso como su clima húmedo y sofocante. Multicultural, multilingüe, a veces española, a veces francesa, inglesa las más, americana, pero criolla, africana, india Caddo y mexicana en su ADN.
La Louisiana debe su nombre al Rey francés Louis XlV y tal vez – buen intento – a uno de sus hijos predilectos : Louis Amstrong . No fue el único, Winton Marsalis, Fats Domino, Lonnie Brooks, Lucinda Williams…dan buena fe de ello.
Todo el Estado presume altivo y orgulloso del legado recibido de su historia. Desde las naciones indias natchez, opelusa, Cabeza de Vaca, René Robert Cavalier el tristemente famoso Antoine Crozart –primer negrero conocido- hasta las actuales generaciones, disfrutan de un estado único por sus variopintos orígenes. Original, español, francés y por 15 millones de dólares americano desde 1.812; un año después de que cerca de 500 esclavos negros; ya hartos del clima que, según William Clairbone (1er. Gobernador del Estado) era muy poco saludable para trabajadores libres blancos, y del propio Gobernador; protagonizaran la mayor revuelta conocida por esas tierras. Tierra de nadie entre la naciente nación americana y la Texas española, paraíso líquido de tahúres, pistoleros, buscavidas, tramperos, borrachos y prostitutas con más historias en su vaso de mal whiskey que en 100 de nuestras vidas. Hombres y mujeres bravos que rara vez lograban soplar 35 velas y que ahogaban sus penas en el mítico Laffite (al final de Bourbon Street) sin cumplir ni uno sólo de sus sueños antes de terminar bajo alguna lápida anónima de los cementerios franceses de New Orleans que el Río Misisipi se encargaba de reventar regularmente con sus crecidas, mandando agua abajo a sus moradores que aparecían en los lugares mas insospechados de la ciénaga, dando así pié a las numerosas leyendas que se cuentan por éstos cenagales, reino místico de la Reina Voodoo, Marie Laveau, la verdadera reina bruja de New Orleans. La mulata “viuda Paris” ejerció como reina del voodoo hasta su misteriosa muerte (o nó) y estará asqueada con la nueva creencia de garabatear cuatro X en su supuesta tumba del cementerio francés (dicen que es la de su amante) para alejar el mal. Espero que la Reina y el Barón Samedi nublen la vista de éstos escritores analfabetos y monosilábicos, condenándoles a vagar sin rumbo por los pantanos. Yo prefiero conocer esta riquísima historia en el Museo Del Voodoo de New Orleans, en su barrio francés y sus balcones, su Mardi Gras, las coloristas casas de los pioneros, sus tranvías y vivir el viejo Misisipi a bordo de alguno de los vapores que lo surcan.
Porque estamos en Dixiland que debe su nombre al billete de DIEZ que utilizaban los franceses (DIX) y su bandera confederada ondea orgullosa y rebelde. Paraíso de robles y magnolias adornadas por el musgo español que te transportan a tiempos no muy lejanos y que han marcado a fuego el orgulloso carácter de los sudistas de éste Estado.
Me voy pero la gran rueda sigue girando y Proud Mary humeando.