Bien puedo ver que anidas en tu propia luz, y que la desprendes por los ojos, porque cuando te ríes resplandecen; mas no quién eres, ni por qué te encuentras alma digna, en el grado de la esfera que a los hombres ocultan otros rayos.

Cada cual volverá a su triste tumba, retomarán su carne y su apariencia, y oirán aquello que atruena por siempre. Así pasamos por la sucia mezcla de sombras y de lluvia a paso lento, tratando sobre la vida futura.

Con tus palabras y mi ingenio atento le respondí ya sé qué es el amor, pero esto de otras dudas me ha llenado; pues si el amor se ofrece desde fuera, y el alma no procede de otro modo, no es mérito si va torcida o recta.

El buen maestro comenzó a decirme: «Fíjate en ése con la espada en mano, que como el jefe va delante de ellos: Es Homero, el mayor de los poetas; el satírico Horacio luego viene; tercero, Ovidio; y último, Lucano. Y aunque a todos igual que a mí les cuadra el nombre que sonó en aquella voz, me hacen honor, y con esto hacen bien».

Samuel de Román / One Percent Magazine

En el centro del Universo, en el punto más alejado de Dios, entre los hielos que envuelven las sombras, está Lucifer, emperador del reino del dolor, sacando medio cuerpo fuera de la superficie glacial.

No se aventure el hombre demasiado en juzgar, como aquel que aprecia el trigo sembrado antes de que haya madurado; que las zarzas he visto en el invierno cuán ásperas, cuán rígidas mostrarse; y engalanarse luego con las rosas; y vi derecha ya y veloz la nave correr el mar en todo su camino, y perecer cuando llegaba a puerto.

Dante (La Divina Comedia)