EL RUGBY NO ES UN DEPORTE

El galés Barry John, considerado como el mejor jugador de la historia, lanzó al aire un ¡“Fucking BBC!” cuando la TV y los periodistas entraron en éste deporte tan fuera de los circuitos habituales. No lo soportó y lo dejó con veintiséis años. Otro galés, Phil Bennet, arengó a sus huestes para la batalla en 1977, al más puro estilo Braveheart, un discurso legendario: “Mirad lo que esos bastardos le han hecho a Gales. Se han llevado nuestro carbón, nuestra agua, nuestro acero. Compran nuestras casas y solo viven en ellas quince días al año. ¿Qué nos han dado? ¡Absolutamente nada! Hemos sido explotados, violados, controlados y castigados por los ingleses… Y contra esa gente es contra quienes jugamos esta tarde”. Ganaron.

Nelson Mandela, tras asistir a los JJOO Barcelona 92, y en pleno “apartheid”, transformó a los “Springbocks” -símbolo del poder blanco- en la imagen de la unidad sudafricana, blancos y negros por fin unidos por la misma causa. Como relata el periodista John Carlin en su libro “El factor humano” y Clint Eastwood en su maravillosa “Invictus”, 1995 fue el año y, con la increíble aportación de François Pienaar (capitán de la selección) que lideró a un equipo que en 1992 recorrió el país enseñando este deporte de bárbaros practicado por caballeros a los más desfavorecidos. Y sucedió el milagro y, como dijo su capitán: “no para los 60.000 que estáis aquí, si no para los 45 millones de sudafricanos”

Hoy día, ya ni el rugby se libra de esta cultura asquerosamente light que quiere transformar a estos seres mitológicos; cíclopes brutales pero finos, salvajes y bondadosos, investidos de nobleza y lealtad que les convierten en referentes de los mejores valores del ser humano; en nombre de un espectáculo que hipoteca su espíritu combativo y tribal. 

OndartsSeigne y Armary, mítica primera línea francesa que acababa los calentamientos sangrando, Jonah Lomu, quien con 20 años anotó 4 ensayos en un solo partido (1995 contra Inglaterra).

“Wilko” Wilkinson, el mejor apertura de la historia, Bryan Havana (Sudáfrica) que recorría 100 m. en 10.4 s. ¡Párale si puedes! Jeffrey (Escocia), con un Grand Slam en su palmarés, Serge Blanco (Francia) fiel a su Biarritz Olympique, pudiendo ganar mucho más en cualquier otro Club, y exponente máximo del Rugby Champagne francés.

David Campese (Australia) y su paso del ganso que maravilló al mundo y al árbitro que lo vio por primera vez en un partido quien, tras un ensayo, se le acercó para felicitarle.

O’Driscoll (Irlanda), Phillippe Sella (Francia), Hugo Porta (Argentina), y tantos otros que hicieron que el Rugby sea mucho más que un deporte.

Deporte en el que los ensayos se celebran al trote de regreso a campo propio, jamás humillando a quien, de perder, realiza el pasillo de honor de salida, de inmediato replicado por los ganadores.

Gente bruta, inteligente, honesta y, por sobre todo, leal. Leal al pueblo al que representan, a su gente, a su deporte y a un estilo de vida que desaparece. 

Por todo ello y todos ellos, el rugby no es un deporte, es una forma de ser.

 

INVICTUS

Mas allá de la noche que me cubre

negra como el abismo insondable,

doy gracias a los dioses que pudieran existir

por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias

nunca me he lamentado ni he pestañeado.

Sometido a los golpes del destino

mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas

donde yace el horror de la sombra,

la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,

cuán cargada de castigos la sentencia,

soy el amo de mi destino:

Soy el capitán de mi alma.

Nelson Mandela

 

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