El estado de New York y, más concretamente, la ciudad que nunca duerme, ya era un fabuloso parque de atracciones y atracones, un plató de cine, un manicomio, el cielo de unos pocos y el infierno de muchos, pero no les bastaba con ello y han decidido convertirlo en el paraíso de la marihuana. Se suma así a otros 15 territorios más que, con mucho retraso, han aprobado leyes que la legalizan para uso recreativo. ¡¡Y de qué manera!! El mismo producto que desató una batalla policial en las calles, llevando a los consumidores a las cárceles del estado con condenas impropias de este siglo, el mismo es producto repito, creará entre 30.000 y 60.000 puestos de trabajo, aportando a las arcas de estado mas de 350 millones de dólares en impuestos. Los antiguos viciosos delincuentes son ahora patriotas americanos, contribuyentes orgullosos.

No es de extrañar que el viscoso, dulzón y meloso olor del cáñamo se confunda u opaque al clásico olor a perritos calientes callejeros de la gran manzana.

Por supuesto que hay detractores -esto es América amigo- y ya hay quienes critican la medida, tratado de apuntalar su argumentario con reflexiones del tipo – “esta ley aumentará los accidentes de tráfico, provocando heridos y muertos”-

Ya me imagino al señor congresista tras su atril de madera blanca; adornado con guirnaldas y una gran bandera americana; arengando a sus seguidores enfervorecidos y agitando con orgullo sus Pacemakers como sólido argumento para su derogación y con la Constitución abierta por la página de la II enmienda. Muy americano.

Yo salí para contarlo…pero la noche me confundió.

Rafa Marrodán